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Papeles de seda.

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" De la misma manera que el pescador viene al amanecer y revisa los cepos que puso durante anoche; o como el médico que viene a ver cómo va el enfermo; o como el niño plantado que mira a una persona mayor que está haciendo algo que  el niño no ha visto antes. Así hay que mirar exactamente a lo pájaros, no con los sentidos divididos y el pensamiento distraído, sino con la atención reconcentrada y recapacitando, y de ser posible, con asombro"
Kierkegaard, 1847

Anda uno como el campo, despistado, y las aves con él y conmigo. En estos días, las estaciones no acaban de ponerse de acuerdo por ver a quién le toca dirigir el rumbo de la nave. Así que el día termina teniendo un poco de todo: hialino, tibio, desquiciado y recogido. 

Por eso no sabe uno a qué atenerse, y las aves se ve que tampoco. Si les toca quedarse o migrar. Pasar lo que quede de estos días alocados junto a nosotros o no; total, no fue tan duro el invierno y ya no trae cuneta hacer mudanza. Ha venido a visitarnos un petirrojo, dándole al patio una llamarada que parece haber caldeado algo  el ambiente. Miraba al libro y giraba la cabeza hacia el cielo, como dudando sobre a qué prestar atención o, lo que es peor, sorprendido de que esté leyendo fuera de casa. Pero el sol anda como su pecho, templándolo todo.

Se pregunta uno porqué algunas aves migran y otras no, si al cabo todas llevan el mismo abrigo tejido de plumas. Será entonces que las que lo hacen tiene espíritu aventurero más que una indumentaria escueta para pasar el invierno en Castilla. […]

Ahora, mientras leo lo que escribía hace unos minutos, va bajando la niebla. Lo ha hecho sobre mis hombros como un capote de agua, frío y pesado, y eso ha coincidido con el final del libro. En el fondo uno es rehén de lo que lee y le pasa como al autor que se va uno encontrando cada vez más a gusto en la vida social restringida, los libros, la familia y los paseos. Dicen que camino rápido mirando el suelo, distraído y taciturno. La verdad es que no me parece que tenga mucho sentido andar buscando respuestas en el cielo y, sinceramente, no es rapidez, es que no me interesa nada lo que me cuentan. El silencio reclamo. Silencio y que le dejen a uno un poco en paz. El resto: tempestades, accidentes, prejuicios, malos humores y necedades resultan agotadoras.



Entonces, al cerrar el libro, despacio, como cierran las alas las mariposas, he levantado la cabeza y me la he encontrado pensativa, disfrutando del pájaro que acababa de imaginar.

“Son muchos los momentos a lo largo del día que uno vive en plenitud, pero pasan demasiado fugazmente” (A.Trapiello). No es cosa, me digo, de despreciarlos.


Por si llegase el día en que me descubra diciéndome: ¡Éramos tan felices…! me lanzo a por la cámara y también a terminar de escribir esta entrada por dos razones: una, el olvido es injusto; y dos, la memoria es frágil y no quiere uno que nadie se quiera acercar con una cerilla a las hojas de seda que van envolviéndola con los años.


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