Foto blogscriptum: entrando a trabajar.
Esta imagen es de esta mañana, justo antes de cruzar el umbral de la puerta a la que ayer llamó la muerte.
Fuera de ella, a miles de kilómetros de distancia, hay más de ocho mil anónimos, negros para más señas, entre contagiados y difuntos, que han conseguido que la ONU, el presidente norteamericano Obama o el francés Hollande hayan elevado su voz para comunicar que existe un problema serio.
Pero ninguna de estas voces tiene el efecto, el impacto, la presencia en los medios de comunicación de un país, que el hecho mismo de que la muerte llame a tu puerta. Durante al menos por un par de días este será el gran tema. No habrá tarjetas B, ni independencias ni, si me apuras, crisis alguna.
Conseguirán que nos interesemos por el problema, por sus consecuencias, en tanto en cuanto el problema (la muerte) pueda afectarnos directamente. Ahora pedimos responsabilidades por la orden dada de traer la muerte hasta nuestra puerta, pudiendo haberse quedado, junto con el resto de muertes anónimas, a miles de kilómetros.
Y si pasados unos días –los suficientes para vender dos o tres mil diarios más- la muerte pasa de largo, las hojas de los árboles (ahora de un rojo imposible de imaginar) que me dan a diario la bienvenida, se habrán caído; a las siete de la mañana será de noche; saldrá vaho de mi boca y empezaré a trabajar, más allá de esa puerta, por la misma gente que hoy se pregunta ¿Por qué me trajiste la muerte hasta mi puerta?
Ya os decía ayer que teníamos que reflexionar.
La fotografía es de Samuel Aranda @samuel_aranda_ . Ganador del World Press Photo 2012.