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Historias en 35 mm. (4)

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Historia cuarta
El Voyeur

Soy un canalla, un maldito y cochino canalla. Pero no puedo ser más sincero con Vds. al reconocerlo. No soy como esos que, atrincherados en su aterciopelado bunker  verde de orejas, con los pies en alto, correctos caballeros, insinúan su pupila a través del agujero para intentar ver lo que les es oculto.

Yo sin embargo, lo tengo a mano y no me veo obligado a inclinar mi cuello para asomarme a ningún ojo de cerradura, y no dudo en aprovecharme de ello cuanto puedo. Me encuentro muy lejos de sentirme avergonzado; así que no intenten ahora  juzgarme, no me vengan a joder con sus moralinas de medio pelo.

Lo que me ocurre podría suponer para Vds. una de esas  situaciones que produce sonrojo, pero es que Vds. han sido educados en ese tipo de colores (el rojo, el amarillo, el azul, el negro). Yo, en cambio, he sido educado en blanco y negro, por eso sólo veo escalas y matices. Vds. sin embargo, pasan de la vergüenza al enojo (del rojo al amarillo) en tan sólo un par de párrafos. Y si no me creen, lean y luego mírense al espejo.

Por motivos que desconozco mi cámara recoge la verdad que esconde la mente humana. Mi obturador filtra las falsas apariencias para dejar pasar el mundo oculto del deseo más carnal, lo que se esconde atemperado en el rincón más apartado de las pasiones. Veo lo que Vds. desean, sin censuras ni juicios, lo que queda más allá de la frontera del pudor, del arrepentimiento y del abismo de lo inalcanzable.

Después de retratarles, a solas, en el ambiente rojo de mi  laboratorio, me veo envuelto en el olor de los líquidos de revelado que terminan por mezclarse con el de Vds. Su sudor, el aliento y el aroma de sus fluidos y de todas las secretas confesiones,  se juntan hasta hacer del cuarto oscuro un hamman de sexualidad opresiva, casi irrespirable.

Sí. Sé lo que desean y no cuentan, lo que incluso Vds. no sospechan de sí mismos. En el preciso instante en que el papel se sumerge en el baño  revelador comienza a surgir el milagro y puedo ver, no una imagen estática, no un fotograma, más bien  una sucesión de imágenes en movimiento de actos insospechados, de contactos abrasivos para el inocente ojo.

Veo a mujeres jóvenes de mejillas sonrojadas hundidas en la felicidad más plena y desacomplejada. Veo a ancianos de ambos sexos colgados en abrazos, sobre el abismo común del éxtasis, mecidos juntos. Veo a hombres con hombres, a hombres con mujeres, a mujeres unidas entre sí, en una confusión de humedades y de olores, de placeres primitivos, de susurros o de gritos, de caricias y las más violentas sacudidas.


Créanme, soy un canalla pero no soy un pervertido, solo me considero un investigador atípico del placer ajeno, pues llevo recogido a estas alturas un detallado informe sobre la condición humana que calculo tardaré cuatro décadas en entender. Ahora que me dan esta oportunidad sería absurdo que no se lo contase a Vds. Y ya que nos hemos sincerado les pido que se muestren naturales cuando miren a mi cámara. No es necesario que me finjan.



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