Pero… ¿qué profundas raíces de dolor, de amargor y de veneno?¿Qué furia retorcida?¿ Qué semen corrupto les engendra?¿Qué terco espíritu les guía?¿Qué corazón tibio les late?¿Qué aspereza acarician sus dedos?¿Qué voz enlutada escuchan?¿Qué insomnio les aturde?¿Qué agrios pensamientos les oprimen?¿Qué mucosidad, verde y caliente, les obstruye?¿Qué hiel?¿Qué boca de lepra?¿Qué vagina estremecida?¿Qué furia les arde?¿Qué llaga les quema?¿Qué nausea les hace romper cuerdas de violines?
Pero… ¿Qué cerebro seco? ¿Qué fúnebre latir?¿Qué jugo ácido? ¿Qué ladrido les mueve? ¿Qué sollozante música oyen? ¿Qué tierra no encuentran?¿Qué sudor se les resbala como hiedra negra por sus axilas?¿Qué apetito voraz les mueve?¿Quién les lame la polla?¿Quién hunde sus narices y en qué culos de tanta y tanta mierda?
¡Qué ojos embozados!¡Qué lengua torcida!¡Qué mano leprosa!¡Que labios hozando en el barro!¡Qué espanto enlutado!¡Qué triste tañir!
Sacaos ya los dientes, cortaos ya las venas, desentrañaos ya mil veces.
Pero, por lo que más queráis, si es que queréis algo o a alguien, dejadnos en Paz, dejadnos.
Nota Blogscriptum:
Ahora quieren vender la sangre. Es evidente que no han entendido todo lo que hasta ahora ha ocurrido. Es evidente que no van a cejar.
Quizás el Sr. Ignacio González no conozca a Harvey (es más que probable). Sus descubrimientos abrieron las puertas a la fisiología moderna. La visión de un hombre de ciencia, con proyección de futuro, con mirada al horizonte, se refleja en el texto que comparto y que escribió a raíz de su descubrimiento, precisamente sobre la circulación de la sangre; Sr. González, esa misma que pretende vender y que a mi me hierve cuando intuyo sus oscuros planes.
“ Cuando considero en mi ánimo cuántos y cuántos problemas pueden ser resueltos en todos los dominios de la medicina, así en el fisiológico, como en el patológico, el semiótico y el terapéutico, según la luz y la verdad aquí expuestas, cuántas dudas desvanecidas y cuántas oscuridades dilucidadas, descubro un campo espaciosísimo, donde podría ir tan lejos y pasear tan dilatadamente, que no sólo creciera el volumen de esta obra más allá de mi propósito, sino que acaso no bastara mi propia vida para llegar hasta el fin”
De motu cordis, XVI
Guillermo Harvey