En las paredes hambrientas
de este mundo oscuro
en el inseguro ascenso
de dos hilos de humo
en el simultaneo chisporroteo
de las dos velas nuestras
en los suspiros cómplices
que las hacen dudar sin apagarse
en los bordes del vértigo
donde la carne se suaviza
donde a tientas recobramos
el temblor sin agitarnos
en el sitio exacto e indoloro
donde me oprimen tus manos
en el dulce resbalar de tus ojos
donde tililla el amor sin extinguirse
en el pozo de tu mismo cuerpo
donde el voraz jadeo se hace ausente
allí, si, allí
te amo.