Cómo podía yo sospechar que aquello que parecía tan mentira era verdadero.
Rayuela 1963
Julio Cortázar.
Tiene uno la sensación de volver de forma repetida a los mismos temas y eso me preocupa. Pero al mismo tiempo, caigo en la cuenta de que en este espacio no se hace otra cosa que hablar de lo que a uno le pasa todos los días, lo cotidiano (I giorni), y claro, las cosas no pueden ser muy diferentes, aunque uno pretendiera que así fuesen. En cualquier caso uno puede hablar bastante de sí mismo y de sus cosas, pero lo haría de más si siempre lo hiciese a quien no tiene el más mínimo interés en escucharlo, o sí además, lo que cuenta careciese del más mínimo interés. Uso este adverbio, bastante, en su sentido más indefinido posible, tal y como hiciera Whitman
Existo como soy, eso es bastante, si nadie en el mundo lo sabe, estoy satisfecho, y si todos y cada uno lo saben, estoy satisfecho.
Y si has llegado a este punto de la redacción, querido lector/a puede uno suponer que tiene cierto interés para ti lo que aquí se va a contar.
Y fue que: la otra noche, final del día de Reyes, estando a punto de dormirse con su madre, V. comentó:
-Mamá, ya sé lo que voy a pedir para el año que viene a los Reyes Magos.
-¿Ah sí?, ¿ya lo sabes?
-Si. Una respuesta.
-¿Una respuesta?.
-Si, una respuesta, porque no sé si esto de los Reyes Magos es verdad, si es que existen, o si como el Ratoncito Pérez todo es una mentira… porque tengo mis sospechas.
-Ya.
-Mamá...
-¿Si?
-¿Qué son sospechas?.
Durante el adviento ella ha ido abriendo, uno a uno, los cajoncitos correspondientes a cada jornada, que contenían una sorpresa distinta, que sus padrinos previamente habían rellenado. Era libre para hacerlo, pero nos aseguró que no había anticipado el hallazgo de los días siguientes, y por su cara, al abrir cada uno, solo el día que correspondía, ponía en evidencia la verdad de la novedad, de la sorpresa.
Y esas dos eran las únicas verdades que le eran suficientes: sentir como propia la incertidumbre, que es la única parte valiosa de la verdad, la única que nos mueve en la búsqueda y que nos estimula en el aprendizaje, y la sorpresa, que solo puede existir cuando cualquier expectativa está abierta, si la mirada es amplia y la imaginación carente de prejuicios.
Y esto es lo que para uno sería bastante: hacer que germine en ellos el principio fértil de la incertidumbre, la inocencia de la sorpresa y la magia de unas pocas y sencillas mentiras verdaderas, tan necesarias.