
Aquel cuyo espíritu está en reposo posee todas las riquezas. ¿Acaso no es igual que aquel cuyo pie está encerrado
en un zapato y camina
como si toda la superficie de laTierra estuviera recubierta de cuero?
Henry-David Thoreau
Anda su boca negándose a la verdad más emocionante para uno, que no es otra cosa que verles crecer. Sus dientes de leche se resisten a abandonarla y hemos tenido que recurrir a una amiga para que se los extraiga (gracias Carmen). Están los definitivos queriendo conocer ya el mundo a través de la ventana de sus labios, que es una forma maravillosa de presentarlo, habida cuenta de lo que uno escucha salir por ellos: canciones, risas, reflexiones y más de un enfado. Pero resulta que los primitivos se han hecho dueños del hueco de sus pequeñas encías.
Traigo esto aquí (otro pequeño suceso para el Cuaderno de lo cotidiano) por lo que sucedió hace unos días, pues lo complementa.
Ya ha pasado tiempo desde que uno leyó Elogio del caminar de David Le Breton. Es este libro, un paseo literario simple en lo formal y riquísimo en el contenido, como desearía uno que fuese también una buena compañía en una caminata: “profundamente-distendida”. En él, el autor quiere mostrar su disfrute no solo del caminar, sino también de sus múltiples lecturas que le nutren y deja reflejado en sus páginas lo que es de ley, es decir, reconocerlo y hacérnoslo conocer al tiempo.
Pues digo, que hace unos días estábamos paseando por el campo, siguiendo esta filosofía de alcanzar de forma sencilla y barata el estado del bienestar. Iba V. rellenando a posteriori en su cuaderno de campo, paso a paso, las cosas que iba encontrándose y remarcándolas después mediante una señal, para asegurarse de que era realmente importante haberlas encontrado en el camino: un escarabajo, una seta, una "hja" de roble o una cueva.
Ahora que acabamos de meter bajo su almohada el regalo de su extracción dentaria, desearía uno poder escribir (y remarcarlo después) lo que de importante vas encontrando por su camino, para cerciorarse de que no se deja uno nada que mostrarles: ese libro que deben leer, ese lugar que deben conocer, esa ruta segura de amistades y formación que han de elegir.
Pero aprendes de V. que todas esas cosas anotadas: la seta, el escarabajo, la cueva… fueron halladas sin premeditación, por puro azar, sin complicados planes previos, en definitiva, en libertad. Y en eso estamos: en balancear con cuidado para ellos el programa apriorístico y la libre experiencia personal.
Ojala fuera para uno todo tan fácil como para Carmen ha resultado extraerle esos dos dientes rebeldes (como ella).