“No vaciles nunca en alejarte allende todos los mares, allende todas las fronteras, todas las patrias, todas las creencias”
Amin Maalouf.
Existe un juego estético antiguo que se produce al desatarse cruces inesperados de los sentidos cuando admiramos algo bello. Las notas musicales pueden suscitar colores, sentimos en ocasiones que un poema puede evocar olores o una pintura sonidos. La poesía japonesa es un excelente ejemplo al dejar traslucir en un pequeño verso el fondo de las cosas en una sencilla mezcla sinestésica. Así es cada fotografía de Luis Vioque, un Haiku generoso y asequible en el que se producen matices luminosos de los cinco sentidos.
Vista
Luis, luego de ver, decide elegir y evita lo superfluo. Encuadrar es elegir. Hay que saber mirar para hacer poesía descriptiva de lo poco. Juegos de luces y sombras, formas y claroscuros, una musicalidad que sugiere una posibilidad, más allá de lo que representa.
Al introducirse en una imagen todo el poder del horizonte: vastísimo en el mar, curvo en la duna, o alargado en la vereda, estamos invitados a realizar con el fotógrafo nuestra propia fuga más allá de la vista. El espacio que ofrece el horizonte da libertad a nuestro pensamiento. Esta línea de un solo sentido resulta cortada por la perpendicular de uno o varios personajes o la vertical de un árbol, un rayo o una cometa, buscando todos elevarse al cielo.
Tacto
Cada fotografía es reflejo de una mirada táctil de las cosas. Se palpa lo dócil, el gesto puro y etéreo de un simple roce, todo hilvanado por deseos que se representan en el hilo de una carretera, la cuerda de una cometa o la cremallera de una valla sobre la duna. Hay trueques de caricias en las manos entrelazadas de una familia que se adentra en el mar; pero también hay algodón en una nube solitaria, seda en una estela, terciopelo en una duna, o latigazo eléctrico que zigzaguea el horizonte.
No es pasar, sino estar con los sentidos atentos cuando se hace y se ve fotografía. Hay fenómenos originarios en las imágenes que evocan olores y que resultan muy reales: la humedad del océano abierto a una playa, la sequedad de la carretera serpenteante sobre la tierra volcánica, la fertilidad que traen las nubes hechas jirones. Luego, con experiencia, se verterán esencias sobre nuestra mirada en forma tierra mojada, algas en la ola rota o salitre en la barca varada, hasta que todo huela a cualquier estación del año.
Oído
En un tiempo de mensajes líquidos, la mayor parte innecesarios, el silencio se ha convertido en el mejor de los sonidos, virtud, y buen confidente. Este silencio se hace palpable en la taciturnidad astuta y cavilosa de un paseante ante un lago o un rompeolas infinito. El horizonte de las fotografías de Luis Vioque es el lugar donde las palabras no son necesarias, haciendo por sí misma locuaz a la imagen.
Y en este juego sinestésico de imágenes y sentidos ¿dónde habita el sabor de una fotografía?...
Melancolía,
flota en la boca el gusto