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Bailando en la luna (Cala de Cabo de Gata, Almería, Junio 2015) |
RITO
Recoge el pan del suelo,
bésalo,
da las gracias,
métetelo en la boca,
nota el sabor
a tierra,
da las gracias
de nuevo.
Javier Rodríguez Marcos
Vida Secreta.
Le acusan a uno de muchas cosas si muestra públicamente su felicidad. De exhibicionista, por lo menos, para arriba. Es así que siente uno cierto pudor al expresarlo públicamente, como si hoy no fuera elegante o solidario ser feliz. Parece hasta de mal gusto comunicarlo con la cantidad de motivos que existen para estar incómodo y cabreado.
Algo de obsesión se siente, una especie de trastorno paranoico, que impide decir la palabra felicidad, no vaya a ser que, como si de una sesión de espiritismo se tratase, por el simple hecho de mencionar la palabrita viniese esta a enojarse como un espectro embravecido y luego desaparecer tras golpear la mesa y hacer volar un par de cuadros por la sala. Así que uno siente cierto sonrojo, abochornado por sentirse así, en un mundo, a menudo, tan triste y tan mamón.
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Toni Servillo en 'La gran belleza', de Paolo Sorrentino. |
Luego gastamos el tiempo y el dinero en parecer alegres, como si la felicidad tuviera que ver con la alegría o la tristeza. ¡Se puede ser tan feliz estando triste y tan alegre sumido en la más absoluta infelicidad!. Los trenes que forman los bailarines en mis fiestas", dice Jep Gambardella (el personaje principal de “La gran belleza” de Paolo Sorrentino), a su asistenta mientras sus invitados se meten disparos de cocaína al ritmo de la música disco, "son los mejores de Roma porque no conducen a ninguna parte". La conciencia del hombre que organiza la fiesta de la alegría romana, anda desesperada buscando la felicidad que impida que la ciudad la devore.
“Fui feliz fugazmente algunas veces, / entre dos furias fui feliz, / lo fui de vez en cuando sin saberlo…”
Es Caballero Bonald escribiendo desde su Azotea para recordarnos que la felicidad es un concepto momentáneo. Le dice a Emma Rodríguez en Lecturas Sumergidas que no se puede ser feliz constantemente, porque de ser así, aparte de aburrido, perdería su componente más imprevisto.
Se es feliz de pronto, por instantes y plenamente, pero en destellos, nada en permanencia. La felicidad, como la belleza, se mide por milímetros, por milésimas de segundo, no por espacios sobrecogedores, ni por toneladas, ni en lo eterno o lo sublime. La felicidad se da en nanogramos, como la primera uña del cuarto creciente de una nueva luna. Mínimamente. Eso es lo que duró su baile en el agua. Un instante. Y pude captarlo.
Por eso pruebo el sabor a tierra una vez recojo el pan del suelo. Porque eso sí consuela la conciencia.