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El Sueño de Gálmez: Mesopotamia.

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Una suposición melancólica estalló en el pecho de Gálmez, que vio desvanecerse entre la niebla que envolvía aquella sala, o acaso su vista, su amargo y facticio intento de hacer consciente aquel sueño firme y largo de parar el tiempo en el minuto antes de estallar su rutina, nuestra rutina monocorde.

Su gesto fue siempre noble, pero tan sólo se engendró de sueños para adentro.
Zayón contemplaba atónito la mitad de bocadillo que durante diecisiete años había salido, todos los días, por la puerta de la Fábrica a medio comer.

-Gálmez -casi sollozó Zayón- ¿esto qué es, criatura?, ¿Cómo ha llegado esto a tu bocadillo, Gálmez?

En el momento en que notó con firmeza el abrazo violento de los grilletes se hizo cargo del enorme cansancio que hasta entonces –y desde hacía muchos años- había padecido. Y no era por el sueño que nunca llegó a conciliar sino por el sonambulismo voraz que le había consumido.

Alcanzó a entender que realmente nunca llegó a soñar porque, de hecho, nunca había llegado a dormirse. Sintió los ojos ardiendo, enormemente calientes y secos, ausentes de lágrimas, cobijados dentro de unos párpados que llevaban un buen rato cerrados, acaso desde el mismo momento en el que Zayón decidió hundir sus manos entre los pechos de Matilde. Quizás fue ese preciso instante el que ya hizo inevitable que el agente abriese el papel de periódico con noticias que no le importaban a nadie. Quizás fue el sueño tangible del olor del cuello de Matilde por lo que Zayón desenvolvió aquel papel grasiento a las cinco y cincuenta y nueve minutos, la hora que marcaba el reloj de entrada a la Fábrica, y que aquella mañana, sin motivo, se había parado.

Y es que no hay nada más inútil que un reloj, cualquiera, parado.

A pesar del intento de explicar al juez la bondad de su invento, que habría de parar el tiempo y con el al mundo, en un eterno duermevela placentero; a pesar de apelar al sueño como la más noble de las liberaciones de la monotonía, el magistrado no vio en Gálmez sino  la aspereza sórdida de la vida en solitario, la excentricidad de un lunático, el espejo de un espíritu desquiciado y ladrón, ordenando su ingreso en prisión por un delito continuado de trivialidad cotidiana y de sueño inacabado.




Blogscriptum:
Terminado de escribir el 25 de abril de 2013. Novela basada en hechos reales. 

Si Blogscriptum pudiera poner una banda sonora a esta novela corta elegiría la Sinfonía Mesopotamia de Fazil Say, pues veo en la concatenación de las notas un lapislázuli de emociones y el murmullo, leve, breve y suave de las aguas de los dos ríos; algo así como veo la ensoñación fértil de Gálmez, abrazado por el intersticiado delirio de la certidumbre y la monotonía diaria, lo que queda a ambos lados, por fuera del Tigris y el Eufrates: el desierto.




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