En el verso amargo de Luis Cernuda un exiliado se pregunta:
¿España? –dijo-. Un nombre.
España ha muerto…
España no necesita nuevos políticos, ni siquiera tecnócratas. España no necesita de estadistas ni mentes luminosas; España necesita geólogos, porque la podredumbre se le amontona en estratos que llegan hasta el mismísimo pleistoceno y ya somos incapaces de recordar hasta qué sima profunda llega nuestro desencanto. Espero que José Luis Arsuaga encuentre indicios en Atapuerca de los primeros signos de corrupción. Algunos restos de huesos que acumulen a su alrededor ingentes cantidades de piedras de sílex, o algo parecido. Si sucediese eso, me tranquilizaría, porque asumir que tanto desatino (que afecta a todas y cada una de las instituciones del estado, entremezclándose además entre ellas) es un problema sólo del momento, no me resulta suficiente veraz. Si Arsuaga encontrase signos de podredumbre moral de hace más de cien mil años me serviría para entender que nuestro problema es idiosincrásico, inevitable. De ser así quizás me esforzaría en asumirlo como una carga genética más.
La democracia en España se ha convertido en una lasaña, en la que una capa de mierda es tapada por la lámina de un nombre propio, y una nueva capa de mierda encima de la previa es cubierta por otra lámina con otro nombre y así incansablemente, un día tras otro, desde hace décadas. El plato de esta lasaña se puede aderezar con queso suizo gratinado y se sirve a nuestra mesa, cada vez más adelgazada, para nuestro espanto. La sensación de hartazgo de esta comida de restaurante malo italiano de costa se hace ya nauseabunda.
Nací a la vida cuatro años antes que la democracia, quizás mi primer recuerdo consciente nació con ella. En mi caso tengo la sensación de estar en la plenitud de mi vida pero con nuestra democracia tengo la sensación de que, con la misma edad que yo, se debate entre estertores y su respiración es entrecortada y hedionda.
Dámaso Alonso en Preparativos de Viaje del libro de poemas Hijos de la Ira, va nombrándonos:
Unos se van quedando estupefactos…
Otros voltean la cabeza a un lado y otro lado…
Hay algunos que agitan con angustia los brazos por fuera del embozo…
Otros maldicen a Dios…
Algunos llaman con débil voz…
De todo esto hay al lado mío y yo creo que es verdad, que es imposible estar indiferente, no es postura sensata negarse a conocer, dejarlo estar, no querer ver… sencillamente esto resulta insoportable.
Parafraseando a León Felipe, se podrán quedar con todo, con la hacienda, con la casa, el caballo y la pistola, pero nuestra, sólo nuestra y de nuestro exilio de esta podredumbre será la voz antigua de la tierra, nuestra será la canción…
Blogscriptum: La leyenda de la foto es evidente.