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Desde la nube de Oort

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"Estábamos destinados uno a otro en armonía preestablecida: somos mónadas* complementaria una de otra. La familia es la verdadera célula social. Y yo no soy más que una molécula"

Niebla.
Miguel de Unamuno.


Sucedió en la aldea, hace solo unos días. Estaba el aire, alrededor de todo, quieto, dulce y frío. La luz entraba por entre las ramas desnudas de los árboles. Se desangraba la mañana por la lucha del sol contra la niebla, derramando sobre las hojas del suelo sangre en forma de rocío. Lo tamizaba todo como una gasa que le hubieran puesto a uno sobre los ojos. Anduve como loco buscándolos por todas partes y, pese a que el camino hasta la casa no tiene pérdidas ni peligrosos desniveles, respiraba ansioso por no encontrarlos. 


Un rumor sedoso envolvía mis botas y se proyectaba, como una estela sigilosa por detrás mío, a lo largo de la senda que estaba ya desandando, angustiado, camino de casa. El  silencio delataba a mi corazón que arrastraba la cadencia de mis pasos a su ritmo acelerado.

No les encontré en la vega, tampoco en el campo ni en la alameda. Empezaba realmente a preocuparme. Habíamos quedado en que irían por delante con los perros y hacía por lo menos diez o quince minutos que ni siquiera podía escuchar sus ladridos.


Comencé a llamarles. Mis gritos se ablandaban en la niebla. Por más que elevase la voz, no parecía conducirse por entre la espesura de aquellas nubes bajas más de diez o quince metros.

Entonces temí realmente su pérdida. Temí no poder abrigarles nunca más. Temí no compartir futuras noches de San Lorenzo, llenas de estrellas que contar. Temí la venida de lunas nuevas, llenas de sombras y fantasmas. Me reproché las decenas de oportunidades maltratadas, de palabras estériles, de silencios impuestos. Y grité, grité y grité lo más alto que pude: ¡¡¿Chicos?!!, ¿dónde andáis?



P. me despertó. ¿Qué pasa papá?. Nada hijo, nada. Duérmete. ¿Dónde estabas en tu sueño?. Aquí, abajo, en el camino. Yo tampoco te encontraba papá. Bien, duérmete. Sí. 

Pero dijo ya ese sí estando profundamente dormido.


Nota bene: Todas estas fotografías corresponden al sueño que tuve. Han aparecido en la cámara. Es la primera vez que esto me sucede, que surgen espontáneamente fotografías que yo no he tomado.

Se había llevado cada uno a sus sueños mi último beso húmedo, traído de La nube de Oort, un disco disperso al final de nuestro sistema solar. Les conté que es el lugar del confín de la galaxia, la reserva de los cometas, los de periodo corto, dicen los expertos. 

-¿Cuántos planetas hay allí?, preguntó V. 
-Contiene quizás un billón de planetas menores. 
-¿Y nos encontraremos?, preguntó P. 

Allí es donde habíamos quedado, el lugar acordado para compartir un mismo sueño. Pero NO hay lugar común en los sueños, por cerca que se duerma, el uno del otro.




Construyamos recuerdos en nuestros hijos,
Para que no arrastren vidas sin alegría,
Para que no se pierdan los tesoros porque
No se les ha dado las llaves.
Vivimos, no por las cosas, sino por los significados
de las cosas. Es necesario transmitir las contraseñas
de generación a generación.


Antoine de Saint-Exupery


* La teoría de las mónadas de Leibniz fue utilizada posteriormente  para explicar la falta de comunicación entre los hombres y , por tanto, la soledad. A esto Machado lo llamó la "otredad"

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