Ahora estoy en la edad en la que una ventana
es cualquier aventura, y un regalo el olvido.
Ya no quiero más luz que tu luz mientras viva.
Lo que vale una vida.
Rafael Juárez.
Dormimos los dos juntos con la ventana abierta. E. tuvo guardia en el hospital. y P. andaba de campamento. La casa estaba tristísima con sus ausencias. De madrugada, a una hora en que la luz aún no lo es y las sombras se niegan a dejar de representar su papel de silencio: compacto, frio y uniforme, se llenó el cuarto de algo que aún no era claridad. Me despertó, más que el sonido, el silencio que se escuchaba entre estrofa y estrofa del mismo mirlo de todas las mañanas. Se ve que ha decidido que nuestro balcón es para él como el minarete de la primera oración del día.
He cubierto con la sábana su espalda que, al acostarnos, decidió dejar desnuda. Solo el roce de la tela la hizo estremecerse, pues debía ser que en sus sueños alguien pasaba frio. Quizás al ovillarse no hacía otra cosa que agradecérmelo. Todo sucedió en un instante: cubrirla, encogerse y erizársele la piel, fue todo al mismo tiempo.
Sonó aquello como sonaron los pasos de su madre hace unos días entre la hojarasca de aquel bosque alemán de enormes robles. Apenas fue nada. Notas breves en medio de un inmenso silencio; el viento que movía las hojas, igual que un vestido de raso para una fiesta, y la luz colgada encima de las copas de aquellos árboles, ambarina e inerte.
Sonó aquello como sonaron los pasos de su madre hace unos días entre la hojarasca de aquel bosque alemán de enormes robles. Apenas fue nada. Notas breves en medio de un inmenso silencio; el viento que movía las hojas, igual que un vestido de raso para una fiesta, y la luz colgada encima de las copas de aquellos árboles, ambarina e inerte.
Ha llovido sobre Madrid y yo espero que el olor a tierra mojada le haya empapado bien sus sueños, para que cuando llueva en sus veranos futuros en vez de subir del suelo el perfume a tierra que deja de estar reseca, se eleve desde los rastrojos hacia el cielo, el olor de su infancia.
El otro día sufrió una gran decepción, pues sus amigas le hicieron el vacío en los juegos de la tarde. Uno lo contemplaba todo a cierta distancia, sin querer entrometerse, pero era claro que sufría. La vipasear por el jardín de la mano del tedio, la confusión, el enojo, la tristeza, la indiferencia, todo al tiempo y tan solo en unos pocos minutos. Finalmente, lo que la reconcilió con su sonrisa habitual fue participarme de su juego de imitación de animales.
Y eso es lo que le gustaría a uno: que para resolver sus problemas en el futuro fuese todo tan fácil como poder imitar para ella el rebuznar de un burro tontorrón.Soplar sobre su cabeza como quien sopla sobre un montón de harina acumulada sobre la encimera, para que solo quede en su memoria un tierno y borradizo recuerdo, como una simple mancha de polvo de harina.
El otro día sufrió una gran decepción, pues sus amigas le hicieron el vacío en los juegos de la tarde. Uno lo contemplaba todo a cierta distancia, sin querer entrometerse, pero era claro que sufría. La vipasear por el jardín de la mano del tedio, la confusión, el enojo, la tristeza, la indiferencia, todo al tiempo y tan solo en unos pocos minutos. Finalmente, lo que la reconcilió con su sonrisa habitual fue participarme de su juego de imitación de animales.
Y eso es lo que le gustaría a uno: que para resolver sus problemas en el futuro fuese todo tan fácil como poder imitar para ella el rebuznar de un burro tontorrón.Soplar sobre su cabeza como quien sopla sobre un montón de harina acumulada sobre la encimera, para que solo quede en su memoria un tierno y borradizo recuerdo, como una simple mancha de polvo de harina.