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En el aire...una caricia imperceptible.

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A veces pienso que nada puede evitar que la sonrisa dure. Entonces mis ojos toman posesión de tu reino, me apropio de la quietud de tu espalda y tu cuerpo es mi mundo. Estando a solas los dos, igual que está tu cuello, ausente del brocado de tu pelo, apenas se percibe la brisa de este cuarto que levanta un suave olor a melancolía. ¿Te das cuenta? el mundo queda siempre reducido a tu belleza, tus latidos y el suave desnivel de tu eje, que es por si mismo una forma de ser. Tu luz es una nueva manera de definir la vida.

Llueve sobre estas cuatro paredes. El calor que desprendes evapora los besos que aún no te han llegado y pienso que no son memorias seductoras. Realmente voy camino de ti, a través del agua que salta entre tus hombros, por entre los rojos arces encendidos de tus piernas, donde descansan las aves aún posadas durmiendo en las copiosas copas de tus árboles. A mi me resultas igual que un campo abierto y generoso, una vehemente belleza recién inaugurado cualquier día.

Juntos no debiera haber tiempo de dormir, no debiera existir sitio para el sueño. Te descubro envuelta en vapores y noto que queda flotando tu nombre esperando mi abrazo. Ahora percibo mi silencio elocuente que viene hasta tu orilla, agazapado, esperando en la bahía que forma el dulce vaivén de tus caderas, sobrecogido por el mar de las suaves olas de tu espera, atendiendo a los latidos que vienen  del coto privado de tu  pecho.

Desde tu vientre imagino la acostumbrada luz de tus manos. Entonces, alrededor de ti todo es silencio y pienso, es cierto, que aquí estuve todos los días, siempre en los arrabales de tu cuerpo, en el río de tus brazos recogidos sobre mi como una trenza. ¿Y sabes qué?, parpadeas y parece oscurecer en la estación de los encuentros, anochece en el dulce reposar de este paisaje para no suceder entonces nada en torno nuestro. La incierta luz que enciende el día, el monólogo del aire que te envuelve, se apaga como si  fuera un atardecer distinto, deseando para ese momento yacer contigo arropados por susurros.

Blogscriptum: Hace muchos años en Juizhaigou el invierno trascurría con una calma milenaria entre las exuberantes cascadas y los lagos de colores que dormían apoyados en los altos picos nevados de Sichuan. La naturaleza hibernaba, pero corazón adentro Tao Tzu-Ang ardía en torno a su amada. Tao Tzu-Ang era ciego…pero veía.





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