El 1 de diciembre de 1955 Rosa Parks se negaba a ceder su asiento en un autobús a un pasajero blanco; este fue uno de los símbolos más importantes del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos.
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Fotografía de Rosa Parks tomada en el momento de su arresto en 1955 History Archive/Shutterstock/Rex |
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Una fotografía no datada de Rosa Parks en un autobús en Montgomery, Alabama |
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El 22 de febrero de 1956, Rosa Parks fue retenida nuevamente en Montgomery por vulnerar las normas de segregación racial Fotografía: Gene Herrick |
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Años después de aquel gesto |
En tiempos de dificultades es necesario que alguien, hombre o mujer, murmure un salmo, apele a la resistencia, estire una mano piadosa o se ciña la esperanza a su cintura, para salvar estas confusiones o, al menos, para intentar desenredarlas.
Si usa o no un llanto memorable, un gesto o una oración, poco me importa. Pero si puede despertar conciencias y llamar a la resistencia y si consigue no languidecer en un cajón de discursos olvidados, yo mismo seguiré a ese hombre o a esa mujer sin dudarlo, donde quiera que me lleven.
Pero vivimos en la edad de los mediocres, de los que no saben a dónde van, de los que no debaten por carecer de discurso, o lo que es peor, de agallas, de los preocupados por la estética y las apariencias.
Carentes de líderes, rodeados de una caterva de nulo valor y menos importancia, hoy quiero apelar en mi sueño a un reducido grupo: os reclamo a vosotros; al fin y al cabo “los demás” somos muchos; sin ellos, de hecho, somos todos.