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El juego: en el Día Universal del Niño

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«Lo único que todos los niños tienen en común son sus derechos. Todo niño tiene derecho a sobrevivir y prosperar, a recibir una educación, a no ser objeto de violencia y abusos, a participar y a ser escuchado.»
http://www.un.org/es/events/childrenday/ 



La Convención sobre los Derechos del Niño, que es el tratado internacional de derechos humanos más ratificado, establece una serie de derechos de los niños, incluidos los relativos a la vida, a la salud, a la educación y a jugar, así como el derecho a la vida familiar, a estar protegidos de la violencia, a no ser discriminados y a que se escuchen sus opiniones.

Fotografía de Raquel López Chícheri

Termina uno de leer por segunda vez Arrancad las semillas, fusilad a los niños en el Día Universal del Niño. Ya solo el título de esta obra es un Hauiku. La primera novela del Nobel Kenzaburo Oé es desgarradoramente perfecta, moralizadora, sublime. Una novela árida: paisajes desolados, frío, hambre, injusticia, suciedad y violencia focalizada en adolescentes. Pero es en sí misma un grito a la libertad natural, al amor y a la supervivencia.




En medio de bosques y nieve, aislados del conflicto bélico pero encarcelados por valles, montañas y ríos imposibles de cruzar no hace falta que los niños esperen que el enemigo venga de fuera, pues la propia subsistencia se hace en si misma el reto.

¡No me toques los cojones! ¿Quién te crees que eres? Los desgraciados como tú sois parásitos. Sois iguales que la mala hierba. Cuando crece, no sirve para nada. […] Y la mala hierba se arranca antes de que crezca y eche a perder la cosecha. Somos campesinos, y arrancamos la mala hierba en cuanto nace.

Así se dirige el alcalde al cabecilla del grupo. Este adulto retorna a la aldea que los muchachos (15 adolescentes desarrapados) han hecho suya después de ser abandonados como animales por una epidemia. El juego, la inocencia, la naturalidad es arrancada desde la más temprana edad por el poder superior impuesto.

Y en eso estamos actualmente, como cuando fue escrita por Oé. Como lo ha sido siempre. La infancia en primera persona del plural violento. Un texto atemporal de una poesía rotunda.

Los muchachos cuando quedan solos en la aldea apenas saben jugar entre ellos. No lo han hecho nunca, y sin nadie que les dirija, apenas consiguen unos minutos de diversión infantil.

El juego, sin duda, una premisa (entre las primeras) para el desarrollo humano. Hoy, como en la novela de Kenzaburo Oé, lo referido a esta condición, jugar / inocencia, es tenida por peyorativa. La candidez es aludida como insulto.  Y sin embargo, en su ausencia, se encuentra parte, sino todo, el origen de nuestros problemas.



Por otro lado, el juego y la reflexión comparten espacios comunes, entre otros, la calma. Konrad Lorenz, premio nobel de medicina de 1973, lo expuso en su ensayo Innate Bases of learning. En el juego y en la reflexión no hay prisa, porque el apremio y la celeridad se confabulan juntos para alejar  al hombre de la reflexión, y esta, junto con el juego, ha representado un papel determinante en los enigmáticos comienzos de la raza humana. 

Un buen día unos seres curiosos dedicados a la exploración de su medio ambiente se descubrieron a sí mismos, sin prisa; era el comienzo de la investigación. En la sorpresa por las cosas, como sucede en el juego, surgió el descubrimiento del Yo y con el la filosofía. Es decir, el hombre se descubrió a sí mismo a través de su divertida y juguetona mano exploradora; y después, a través del conocimiento del propio Yo se concibió el pensamiento abstracto, el lenguaje articulado, la conciencia y el sentido de la responsabilidad moral. Cualidades y actitudes específicamente humanas. La reflexión y la investigación a partir del juego.

 
Niños Nicaragüenses. Foto Blogscriptum


Arrinconar la reflexión, como arrinconar el juego, es la fuerza diabólica que destruye todos los valores creados, la que conducirá a la muerte del sentimiento, y voy más allá, la que nos conduce a la decadencia como especie.



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