Hamlet. W Shakespeare
Acto quinto, Escena I
Acto quinto, Escena I
HAMLET: ¡Vive Dios! Dime qué quieres hacer ¿Quieres llorar?, ¿Quieres luchar?, ¿Quieres ayunar?, ¿Quieres desgarrarte?, ¿Quieres tragar vinagre o comerte un cocodrilo? Pues todo esto haré yo ¿Vienes aquí para lloriquear, o para provocarme saltando en la tumba de Ofelia? ¡Hazte sepultar vivo con ella, que esto quiero yo; y ya que hablas de montañas, deja que sobre nosotros echen fanegas a millones, hasta que nuestro promontorio, chamuscándose la cresta en la zona ardiente, deje el monte Osa como una verruga! Y si te empeñas en gritar, rugiré tanto como tú.
Blogscriptum
Hay veces que el tiempo se detiene. Se para el reloj y el silencio se hace ensordecedor. Madrid corre deprisa a todas horas menos en ese minuto de ayer. A la una y media de la tarde quedamos todos parados y en silencio. Éramos diez o diez mil, apenas me importa, pero fue un grito unánime a boca cerrada. Un grito de NO. Un grito de NO sin mi consentimiento. Un rugido abrumador, expresado apenas en susurros, en absoluta quietud. Un callado bramido de BASTA, hasta aquí, NO lo hagas porque cometes un error fatal, porque pones en riesgo lo nuestro; no lo tuyo, lo de mis hijos; lo que construimos, no lo que hiciste. Éramos diez o cien mil, eso apenas me importa, pero dejamos Madrid en silencio por un minuto, y después todos a coro gritamos: ¡Si se puede! Y lo gritamos una vez o cien, tampoco me importa. Ese silencio, roto por ese grito de diez bocas, o de cien mil qué más da, bastaría para hacerles entender que rugiremos hasta enterrados, aunque echen sobre nosotros fanegas a millones, rugiremos.