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Duet for one: en defensa de la cultura.

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Dulcemente me entregué a ti, vencido y desnudo. Rendido y desmayado entre tu cuerpo, vibrando al compás del ritmo que marcaban tus latidos. Allegro de tus manos y al acariciarme, resonaba en la frontera marcada por la horquilla  de tus piernas.

Sentí tus manos deslizarse por mi piel. Mis nervios, como cuerda tensa, encerados, trasmitiendo los impulsos que salían de tus yemas. Ligeramente apoyado sobre tu hombro me moví con los calculados golpes de tu alma y el lento vaivén de tus caderas. Noté a menudo que gozabas, yo también gemía, un sollozo alargado y retenido, expresado y mudo.

Me arañaste y me rasgaste, me golpeaste y estrangulaste, para luego mecerme y apretarme, sin ahogos, hasta sacar de mí lo que yo mismo ignoraba. Te dejé que lo hicieras, como perro fiel, tumbado al borde de tus piernas. Y como tal, sigo esperando a que lo hagas.

¿Y si esto fuera el pensamiento del chelo de Jacqueline Du Pré?.





Nota Blogscriptum:

Al final de la representación de Duet for one nos quedamos charlando con Juan y María Pastor, padre e hija, artistas en escena, director de la misma el primero.

Fue una interesantísima y muy sentida conversación. Había un profundo sentimiento de rabia y amargura en las palabras de Juan. El nos hizo ver el trasfondo que han querido destilar al representar esta obra. 

La protagonista de la misma, Stephanie (inspirada en la vida de Jacqueline du Pré) encontró un verdadero propósito vital en su música, pero ese propósito desaparece en un cierto momento para siempre, suponiendo una profunda pérdida para ella y quebrándose su valor para enfrentarse con la vida. 

La obra respira un profundo mensaje: vivir quiere decir evolucionar y es posible que ella sea capaz de entrar en otra dimensión más allá de las coordenadas que nos hemos trazado los humanos hasta ahora. Este es el empeño del psiquiatra que la ayuda, en unas sarcásticas, conmovedoras y coléricas sesiones de tratamiento.

Pero Juan nos hizo ver cómo se traslada hasta nuestros días y nuestro entorno este mismo sentimiento. Quiere dejar abierto ante el espectador activo, pero también puede que quede en el aire, la siguiente pregunta: "¿qué pasaría si repentinamente nos encontráramos en un mundo carente de toda actividad artística? ¿Si tal cosa ocurriera, que pasaría?"Porque el cree, y lo dijo con una profunda carga de pesimismo, que este es el camino al que inevitablemente nos están abocando. Este es un país que vive con profunda insensibilidad la cultura y existe un claro interés desde nuestras autoridades en que esto se perpetúe. "Este país sufre un tremendo problema de falta de educación". "Este teatro se ve, inevitablemente, dirigido hacia la extinción""es insostenible", remató. "¿Quién soporta un 21% de impuesto para asistir a un acto cultural?"





Addedum aclaratorio final:

Corría el año de 1396. La cristiandad se ve sacudida por la noticia del desastre de Nicápolis. Europa rinde sus puertas a los temidos turcos. Reina en Castilla Enrique III. Se encuentra preocupado en organizar la justicia, pacificar las distensiones  que existen entre los nobles de su reino y sanear, en lo que puede, su maltrecha hacienda. Busca no obstante conocer reinos y países lejanos, enviando embajadas al Sultán de Babilonia, al Señor de Turquía, al de Fez, al de Marruecos y también a la lejana Samarcanda. Era Tamoralan uno de esos señores asiáticos  que, al igual que Gengis Kan, construyó un vasto imperio.

El rey Castellano desea conocer, a través de sus emisarios, las maravillas que hasta sus oídos han llegado de aquellas tierras. Nuevas luces que vengan a iluminar, a desempolvar, la pesada carga de una edad de miedos y oscuridades. Para ello elige a Ruy González de Clavijo, fray Alonso Páez de Santamaría, Gomez de Salazar, Alfonso Fernández de Mesa y otros servidores, encargados de llevar cartas y obsequios hasta el corazón de Asia. Los embajadores iniciaron su viaje el 21 de mayo de 1403, embarcando desde el Puerto de Santa María y no regresarían de vuelta, a rendir cuentas de su largo viaje, hasta el 24 de marzo de 1406, en Alcalá de Henares.

El detallado relato, que hoy vuelvo a repasar, de esta embajada es una de las obras consideradas como de las primeras en el género de libro de viajes y aventuras.

A mí, María Y Juan se me representaron en esta conversación de ayer por la noche, como los embajadores de un nuevo Renacimiento que estoy seguro llegará. Esta sensación global que anuncia un cambio de ciclo, de oscuridades y economicismo, de utilitarismo y desprecio por lo sensible y sencillo, tiene sus embajadores, que como Ruy González de Clavijo, hace 6 siglos, traen noticias de un lugar remoto, luminoso y mágico.






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