Años cuarenta. Segunda guerra mundial. Los barracones de los soldados americanos, las tiendas, los camarotes de los barcos de la marina, estaban decorados con las pin –up girls. La más querida de todas era Betty Grable, una despampanante rubia que llevaba recorrido un largo camino de actriz en los estudios de la Paramount y que terminó triunfando en los musicales de la Fox de finales de los cuarenta. Su imagen fue la máxima representación de la Foxie blonde que iría evolucionando hasta la consumación del estereotipo erótico en Marilyn Monroe. Sus piernas legendarias alentaron las ensoñaciones de los miles de soldados que instantes después de desearlas, motivados, perdían su vida en los campos de batalla.
Que el cuerpo femenino, y más reciente el masculino, es un potentísimo reclamo publicitario es innegable. La desnudez fija atenciones y actúa como vector transmisor de mensajes. Un cuerpo enarbolado con pasión mueve más conciencias que mil discursos reflexivos.
Que se lo digan hoy al movimiento FEMEN que ha conseguido, armado con seis pechos inteligentemente camuflados, entrar en el congreso y tomarlo, lo que no consiguieron hacer treinta mil cabreados escrachados.
No sé si el feminismo precisa de estos canales de comunicación. No lo sé, por lo menos en occidente. El acto de hoy en Madrid se ha hecho a sabiendas de que sería gratuito y posiblemente impune. Una falta de desobediencia y alteración del orden público, a lo sumo, que dista mucho de representar como dice el Ministro de Injusticia de Españastan una acto de “falta de respeto a la soberanía popular”.
¡Como si los parlamentarios y su grupo en concreto –felonía tras felonía- hubiera respetado la soberanía popular a lo largo de esta o las pasadas legislaturas!
Amparándose en su representación mayoritaria, hoy mismo, el Ministro Montoro ha decidido pervertir el lenguaje al afirmar que los salarios no es que hayan bajado, es que han frenado su ascenso. Eso si es una falta de respeto a la soberanía popular.
No merecen mayor consideración las palabras de algunas diputadas del PP, entre ellas la ourensana Ana Belén Vázquez Blanco, que han calificado de "repugnante", "patética" y de "fanatismo" la protesta. Repugnante, fanática y patética resulta su postura al defender la mentira como argumento usual dentro de esa cámara de representación.
Este acto sí es valiente en Túnez o Turquía, pero no lo es en Madrid. Lo lamento, no lo es. Pero el objetivo está conseguido. FEMEN a partir de hoy obtendrá un grupo significativo de seguidores en España, muy probablemente comprometidas y luchadoras, en defensa del feminismo.
Lo malo, a mi juicio, de utilizar la figura de la mujer como eje principal de la lucha, objeto de la lucha, de forma estereotipada o trasgresoramente (cito textualmente un relato de Lara A. Miranda, la activista española de hoy en el Congreso) puede, como si de un boomerang se tratase, volverse contra la propia mujer, que será tomada como un mero objeto de indignación iconográfica en donde el mensaje principal termine por perderse, por ahogarse entre el estupor y los flashes.
La activista afirma en ese texto que la situación de la mujer española es hoy peor que en los años 70 y eso, para muchas mujeres, madres, profesionales y líderes puede resultar enormemente ofensivo.
Creo más en la lucha, la actitud y el mensaje silencioso de Rosa Park sentada firme y digna en su asiento de autobús. Enseñar una teta en el Congreso, donde aún existen tiros golpistas en el techo, me parece un feminismo 2.0 que tendrá menos recorrido que la imagen vintage de una pin-up de los cuarenta (como la que fotografié en un bar en San Diego, CA). Queda mucho por hacer, por la mujer y sus derechos, evidentemente, pero no me parece una forma inteligente.
Conviene por último recordar que la bomba que estalló en la isla Bikini, durante la segunda guerra mundial, cargada de dinamita y testosterona, llevaba impresa la imagen de Ryta Hayworth, una especie de advertencia de que no siempre un mensaje, por muchas tetas que enseñe, puede ser bien interpretado por el que lo recibe.
