Foto de Angela Bacon - Kidwell
A menudo pienso que mi obsesión por el tiempo está provocada por mi trabajo. Veo pasar demasiado rápido los días en la enfermedad y en el que la sufre. Veo el desgaste. Intuyo el pronóstico. Supongo lo que va a ocurrir . Me exaspera la recalcitrante sensación de derrota anticipada. Una lucha injusta contra el poder corrosivo e inmisericorde del trascurrir de los días.
Del mismo modo que conozco mi repetitiva costumbre por hablar del tiempo, me obsesiona la fragilidad de la memoria. Será por la angustiosa advertencia que se alza tras de mí, con voz potente, desde la garganta de mis antecedentes familiares. Cuando no te queda la memoria, no te queda nada, sólo el simple transcurrir de los días, el pasado asumido como un mero trámite inevitable hacia la incertidumbre. Si no sabes de dónde vienes, ¿qué importa hacia dónde te diriges?
Entonces te sientas en el asiento del vagón y queda la mirada vacía, lanzada a través de una luna empañada, en un tren que convierte la vida -con su traquetear- en un cine móvil. La película de formas borrosas, las figuras que pasan veloces, las filas de árboles desvirtuados a cada lado de la vía. Las referencias se alejan entonces como esos árboles, y las fotografías de la vida no son más que unas estampas cualquiera. Terminas pasando las páginas del álbum en blanco y negro que no son mas que trozos de vida que conforman un relato incomprensible.
Por eso hoy me he levantado y he descolgado el reloj de la pared de mi despacho y lo he mandado al relojero junto con mi reloj de pulsera, para que los truque e invierta sus mecanismos, por que ahora que aún puedo hacerlo, recuerdo que en el Caffé Del Tasso, en Bérgamo, el tiempo no sólo no se ha detenido, como en tantos cafés y restaurantes italianos, sino que corre al revés. Es un viejo café, con aire de medio abandonado, vencido y olvidado en una esquina. Allí he visto pasar las horas, la gente, los pájaros que llegan y se van de la Piazza Vecchia y recuerdo también estar sentado, bebiendo vino, sintiendo los minutos pasar para atrás, admirando el movimiento de las agujas del reloj andando al revés: tac – tic, tac – tic.