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Hasta los cojones

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Esta mañana he podido asistir al acto que -de forma fracasadamente solemne- pretendía celebrar la conclusión del periodo de formación especializada de los Farmacéuticos, Enfermeras y Médicos Internos Residentes de mi Hospital, otorgándoles su certificado como nuevos especialistas.

La importancia del acto exigía, a mi entender, la máxima de las solemnidades. Desgraciadamente, a fuerza de querer desdramatizarlo todo y darle a cada cosa que hacemos un carácter festivo y amigable, comenzamos por perder el protocolo y la etiqueta y terminamos haciendo de este tipo de actos, una suerte de reunión de amigos repasando las fotos del viaje fin de curso.

Siendo esto grave, que se mire por donde se mire lo es, es aún peor la tragedia que a partir de hoy se va a consumar y que nadie, en sus discursos, ha tenido el coraje de manifestar en alta voz.

Emprender un proyecto y reconocerlo malo después de acabado es , como poco, frustrante. Es un auténtico drama advertir que lo hecho era, además, lo mejor que podíamos hacer. Pero si antes de iniciar el proyecto ya sabes que será rotunda, indubitablemente imperfecto, y si al ir haciéndolo adivinas que está siendo, efectivamente, un fracaso, supone sin duda alguna  una tortura, una humillación cruel. Si se trata de un proyecto personal entra todo ello dentro del género de la tragedia. Pero si el proyecto es colectivo debería, por lo menos, ser constitutivo de delito.

Hoy en nuestro hospital, pero también en muchos otros, decenas de jóvenes extraordinariamente formados y que han dedicado aproximadamente la mitad de su vida en exclusividad a alcanzar la excelencia profesional, corren camino ya de las oficinas del paro, a engrosar una cifra vergonzante.

Esto lo sabíamos todos antes de que estos chicos y chicas comenzaran su Residencia. Esto es, por lo tanto, un fracaso sino un delito. A fuerza de repetir que este tipo de formación sanitaria es excelente nos lo hemos creído, y esto es sencillamente una falacia. Cualquier sistema de superespecialización que se precie, debería aspirar a la promoción de sus formados y como no, a aprovecharnos todos -como sociedad- de lo invertido en su formación. De otra forma el sistema dista mucho de la pomposa excelencia.

El otro día me acusaron, con razón, de ser en ocasiones obtuso en mi mensaje. Hoy quiero ser muy claro: estoy hasta los cojones.

-Estoy hasta los cojones del encefalograma plano de los gestores ministeriales, sanitarios y de educación, responsables de este desastre.
-Estoy hasta los cojones del pragmatismo político que hace suyo este supuesto éxito.
-Estoy hasta los cojones del espectáculo patético de nuestros dirigentes que ahora pretenden hacer ver que este sistema de formación puede existir en un sistema privado.
-Estoy hasta la cojones de esa concepción teórica de la política como profesión, despojada de cualquier adherencia ética e ideológica que apueste por la Investigación y el Desarrollo, el Arte y la Cultura,  la Salud y la Educación, y NO por ciudades de pocker y putas y debates moralistas de medio pelo.
-Estoy hasta los cojones de que todo se recorte menos la burocracia y sus paniaguados.
-Estoy hasta los cojones de ver hombres y mujeres -gestores, directores y jefes de departamento-  arrodillados ante la servidumbre del poder.

-Pero por encima de todo estoy hasta los cojones de que quieran abocarnos al castigo de dormir sin sueños y , lo que es peor, que nos nieguen la razón para tenerlos, por que no nos lo merecemos.

¿He sido claro hoy?, pues eso.

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